domingo, 20 de marzo de 2011

ULISES Y LAS SIRENAS

Pocos de nosotros querían nombrarlas, de los hallados, ninguno. Sí, era un ligera ilusión que de boca en boca apestó de temor a muchos cobardes. Yo no sentía ni una mínima ráfaga de cobardía. Mas bien, de esa incongruente leyenda que acompañada, de las palabras que durante muchos años se encargaron de divulgar, atemorizando a una profesión que vivía de su Ictiología, y que asesinaban para poder alimentarnos.

La noche y el horizonte. Ligeras ráfagas de luz arremetían contra la mar, una tormenta de poniente. Y no solo respirabamos olor a pólvora junto a salitre, si no también, olor a placer, a un placer que excitaba a los allí presentes. Sabíamos quien era las precursoras. Si bien, un hombre puede poner olor a sus instintos, instintos que se hacían mas prominentes en nuestros cuerpos,cada vez que nos acercábamos hacia ellas.

Un ligero susurro penetraba en mis oídos, y en un segundo no dude en entaponarlos, pues yo Ulises, sabia de la picardía de las féminas con cola de pez. Féminas que cantaban una melodía de demonios, para adentrarnos  en el infierno.

En mi mente, imaginar la bacanal que estaba teniendo lugar, senos prominentes, cara mas hermosas que la diosa Afrodita, miembros erectos, que se adentraban entre corales endemoniados. Sangre, sangre caliente de pescadores ilusos, que se llevaban junto a su padre el Dios río Aqueloo.

Su canto no llego a mis oídos . Mas bien la imaginación de lo que a mi lado tuvo lugar. Cerré los ojos, y entaponé mis oídos.

Los segundos pasaban como horas, los minutos como años, y las horas como siglos. Pero de pronto, percibí la luz del sol en mi vista nublada. Abrí los ojos, y me hallé solo en aquella embarcación.

Eran ciertas, si, lo eran.




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Inspirado en "El silencio de las sirenas" de Franz Kafka

lunes, 28 de febrero de 2011

SALOMÉ

Y porque la ira y la pasión me corrompían, no pude contener este ardor que me producía al verte. Mis entrañas chirriaban voces que en otras ocasiones suscitaban compasión.

Entrañas que se reproducían mediante llamas inocuas, extremas de furor. Una excitación que se diferenciaba por su clímax, y un cuerpo adolecido por el mal impugnado.

¿Merecerme esto?¿¿Padre??¿¿Madre??¡¡Ayudadme!!pues la herida infecta mi ser, amorfa mi buen hacer, y no permite supurar mi afección.

¡¡Quiero su cabeza!!en una bandeja de plata limada, con un velo hilvanado, de pedazos de su piel. Y quiero esos labios carnosos, y fríos, morados por la atrocidad que causo el rechazo de  mi belleza, primor eterno, por la cual Reyes y Reinos ansiaban.

Belleza que trajo, tu muerte, mi ira, y nuestra eternidad.









Salomé. Nuevo Testamento ( Mateo 14:6-12), (Marcos 6:21-29)

Salomé. Oscar Wilde (1891)


Salomé. Gustave Moreau